7.12.10

Los monstruos, el abismo

Quien combate a los monstruos tiene que tener cuidado de no convertirse en monstruo él mismo. Si miras durante mucho tiempo un abismo, el abismo también mira dentro de ti.

Friedrich Nietzsche, Par-delà bien et mal, París, Gallimard, 1971.

24.11.10

Tus ojos

«Vendrá la aurora boreal, ¿y yo? Vendrá. Al amanecer. Los veré por última vez. ¿De qué color serán? Azules. Azules, con un puntito púrpura que titila en el patio con la luz que pasa entre las hojas de las palmeras. A lo mejor son grises. Grises y desolados. Estrías, rayas finitas. Yo tenía una bolita que era así. El hoyo y quema. En la calle Guardia Vieja. El tirito, el puntín, la mano alisando la tierra junto al árbol. El tirito cachuso, cuanto más cachuso mejor. A lo mejor son rojos, como los ojos colorados de los albinos, amarillos, acuosos. No. Azules. Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Tus ojos. Tus ojos. Y vendrá la aurora boreal y yo sin cigarrillos. [...] La bolita perdida en el árbol del convento donde van las parejas a la noche, lúbricas y obscenas, eróticas, lascivas, rijosas, pisoteando las flores lilas del jacarandá vernáculo. Vermiculitas. Vermes devorándome. Ya no estaré nunca y el amanecer tendrá tus ojos.»

Isidoro Blaisten, «Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos», en Cerrado por melancolía, Buenos Aires, 1982.

17.11.10

Silencio

Las palabras pasan. Queda el silencio.

13.10.10

Esta mañana

Esta mañana desperté mojado, cubierto de un líquido viscoso y mechones pegajosos de pelos blancos.
Esta mañana desperté ensalivado.
Fui vomitado durante la noche por un conejo.

23.8.10

La llamada

El temblor en mis manos ya es casi imperceptible, pero no desaparece. El corazón aún me late tontamente.
Luego de tantas dudas, después de haberme inventado excusas y contratiempos de toda clase, me armé de valor y marqué el número de Abelardo Castillo. Había pensado cuidadosamente cada palabra del speech, había buscado un tono natural pero firme, a la vez despreocupado y seguro. Lo había planeado todo.
Pero, en medio de la grabación del mensaje —¡que Dios bendiga a los contestadores telefónicos!—, alguien levantó el tubo y me sacó del libreto. Se me cayó una hoja de la partitura e, indefectiblemente, mi violín chirrió asustado.
Terminé hablando con Sylvia Iparraguirre, nada menos, y, aunque me dijo que Castillo no incorporará más gente a su taller por el momento y al final no fue todo tan terrible, igual me desarmé.
Tendré que armarme solo. El corazón aún me late tontamente.

31.7.10

Para nacer he nacido.

17.7.10

El esperador

Espera, esperador. Yo espero.
Impera, emperador. Yo impero.
En mi imperio de esperanza, rodeado de silencio y desolación, escribo mientras espero que el lavarropas termine de hacer lo suyo. No sé, a ciencia cierta, de qué se trata. Nunca lo hemos compartido.
Nuestra relación es leve, siempre fue así. Yo presiono el botón, él abre su puerta-ojo (de buey) y acepta, gustoso, la ropa que le ofrezco (la prefiere arrugada y delicadamente sucia). Se la dejo y me voy. Lo alimento, pero él come solo. Y nunca enciende la lucecita verde en mi presencia.
Luego de una hora o dos de borboteos, gruñidos y temblores, me devuelve la ropa, obligándome con su generosidad a subir a la terraza para colgarla al sol.
Con el Sol sí converso, aunque él jamás me ha respondido. En realidad, lo que pienso es que, teniendo en cuenta la inmensa distancia que nos separa, lo más probable es que mis palabras le lleguen dentro de mucho, mucho tiempo, así como es posible que yo no alcance a escuchar sus respuestas porque llegue antes la muerte. Con todo lo que implica.

13.7.10

Como que los blogs ya pasaron, ¿no?

Están todos abandonados, y ningún sentido tiene pretender otra cosa. Sólo unos pocos bloggers, estoicos, resisten, mientras los demás andamos por ahí, mezclados entre la gente (o no), dedicándonos a lo cotidiano y llevando a cabo tareas (quizás) menos públicas.
Pero está claro que todo lo que afirmo en el primer párrafo puede ser desmentido en el segundo, ya que me niego a extenderle el certificado de defunción al Jardín de instantes (sin duda, el blog de mi autoría que más quiero; aquel al que me refiero, en desmedro de Fotos de Lily o Música de ascensores, cuando hablo de «mi blog»). Emprendo así, entonces, tras casi un año de ostracismo, la tarea de publicar una nueva entrada, nada menos que la primera de este 2010.
Obviamente, no hay tema; sólo puedo escribir sobre mis dudas y sobre nada, como siempre. La poesía llegará después, si llega. No pienso esperarla. Por un lado, porque terminamos mal la última vez; por el otro, porque tiene una copia de la llave. Que haga lo que quiera.
Si se apura, tal vez me encuentre berreando aún, escupiendo por la ventana y con una media puesta.