12.10.07

Una certeza

La tristeza que siento será la excusa que use por no escribir más o lo que me impulse a hacerlo compulsivamente o cualquier otra cosa que no quiero pensar o todo al mismo tiempo.

23.8.07

La importancia de llamarse Juan Solo (o Por qué odio a los raperos)

Delicias del Messenger.

Manu: eres juan solo?
Juan Solo: sí, ¿por qué?
M: pero el rapero?
JS: ¿qué crees?
M: k si
M: weno el de solo los solo
M: m refiero
JS: ¿y por qué crees que soy él, que él es yo?
M: xk man dao tu msn y man dixo k eras tu
JS: bueno... no sé qué decirte
M: illo
M: aber
M: eres del grupo solo los solo?
JS: ¿qué ganarías si fuera yo?
M: joe [N. del E.: Léase "joder". Esta parte es deliciosa.]
M: molaria
M: soy d kadiz
JS: y por qué molaría?
M: xk m gustaria konocer a juan solo
M: xk m gusta su musika
JS: ¿eres fan de juan solo?
M: si
M: aber para ver si m mientes dime el ultimo disko d solo los solo
[N. del E.: Aquí dejé pasar unos minutos, ocupado como estaba en otra cosa.]
M: illo eres un
M: patetiko
M: cf
M: de la vida
M: man dao koba
M: n eres el de solo los solo ni de koña
M: eres un ridikulo k se kree filosofo o algo d eso
M: k t follen puto gay
JS: ja

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6.8.07

La vieja Devoto

Me acuerdo perfectamente del último día en que entramos a la casa de la vieja Devoto.
Tuvo que ser un sábado y debían ser las tres de la tarde. Andrés, con esa prudencia de la que tanto nos burlábamos entonces, prefirió quedarse en la vereda. Guido y yo fuimos quienes sorteamos el alambre vencido y nos internamos en la espesura de ese jardín selvático, de esa nada verde y húmeda. Guido y yo, los héroes de la jornada.
Recorrimos el borroso camino de baldosas que conducía a la galería en ruinas y tuvimos que evitar el deseo de golpear la puerta, esa puerta prohibida. Doblamos a la derecha, siempre junto a la pared y caminamos bajo la sombra intermitente del alero, de los paraísos y esos ligustros, salvajes y endemoniados, tan grandes como nunca volví a ver. Pasamos por lo que debió haber sido un jardín de invierno y evitamos mirar la ventana del piso superior, aquella por la que alguna vez se había asomado la vieja para gritarnos algo que olvidé casi inmediatamente, pero sonaba –eso sí lo recuerdo– como el chillido de una rata a quien un gato atrapaba por la cola.
Guido no dijo nada, ni yo, pero creo que supimos que estábamos atravesando un límite invisible. Nunca habíamos llegado más allá. Estábamos rodeando esa especie de invernadero y, con eso, dejando en el olvido a las más exitosas incursiones anteriores. Y Andrés, en la vereda. Parecía mentira que los dos fueran mellizos: el verdadero hermano de Guido era yo.
Un ruido en la ventana nos sobresaltó. Ruidosamente, estaban abriéndose otra vez los postigos nefastos. La vieja iba a asomarse y no queríamos volver a vivir eso. Fue entonces cuando tomé un pedazo de mampostería amarilla como trofeo, empujé a Guido con los ojos rumbo a la salida y, corriendo, deshicimos nuestro camino. Las ramas nos azotaban la cara y las piernas y me enganché la remera nueva no sé con qué, pero nada nos importaba más que ganar la vereda. Con una agilidad que aún no me explico, saltamos el alambre limpiamente y caímos sobre las baldosas. El cemento nos raspó las rodillas y los codos, nos revolcamos en la tierra, golpeamos contra un árbol; la caída fue dura, pero nos reíamos.
Andrés nos esperaba ansiosamente. Mientras recuperábamos el aliento, me preguntó:
–¿Y, boludo? ¿Qué pasó?
Por toda respuesta, levanté el pedazo de ladrillo. Y sonreí.

27.7.07

Manoteando

Lo que espero siempre es que las ideas vengan solas. Pero siempre, ¿eh? No soy capaz de ir a buscarlas. No sé dónde se esconden, las muy turras, ni cómo fabricarlas por mí mismo.
Por ahí veo venir alguna, de repente, y estiro la mano para alcanzarla, para frenarla como a un bondi. Las ideas pasan, yo me quedo en la parada. Manoteando.
Nunca fui nada porque siempre creí que se necesitaban ideas para emprender cualquier cosa.
En mi caso, la falta de ideas se funde con la de criterio, capacidad de análisis, claridad mental y tantas otras cosas que orgullosamente me identifican. Tantas otras faltas.
Entonces, emprendo una vez más –y ya perdí la cuenta, si es que alguna vez la llevé– la carga contra este cuadradito blanco que Blogger me ofrece, el mezquino Blogger que, teniendo a su disposición la enorme nada de la world wide web, me ofrece esto. Cuadradito de mierda.
Esto no es frustración. Esto, como yo, no es nada. Es sólo lo que me sale. Soy lo que me sale. Soy.

14.5.07

Hermosas cuencas vacías

Con un cuidadoso movimiento, Adela se despegó la nariz y la apoyó sobre uno de los estantes de la cómoda. Muy contenta, tarareando "Chloé" en la versión de Duke Ellington, hizo girar con los dedos su ojo izquierdo hasta desenroscarlo; repitió la operación con el derecho mientras se sentaba en el tocador y, tanteando, los dejó en su estuche, en el cajón chiquito. "Hermosas cuencas vacías debo tener", pensó, a la vez que se desencastraba la boca. Aunque no pudo verlo, dejó un reguero de saliva sobre el espejo: tenía que parar de cantar al sacarse la boca. Las orejas salieron con el pelo, en un único movimiento, para ir a posarse sobre la cabeza de telgopor que, bajo el espejo, dominaba la habitación.
Así, desrasgada, Adela se fue a dormir. Esa fue la noche en que el ratón gris se comió todo.

13.5.07

Exorcizar al demonio marxista

Aunque no estoy cursando ninguna materia durante este cuatrimestre (y no sé si volveré a hacerlo alguna vez), supe ser un pésimo estudiante de Letras y de Edición en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Por sus pintorescos pasillos atestados de gente, consignas revolucionarias, caras barbudas de Ches Guevaras y humo de marihuana, otro Juan (o yo mismo) paseó sus sueños de estudiar algo, aprobar parciales y finales y demostrar(se) su capacidad para, finalmente, ser un hombre de letras. Hasta aquí, la introducción necesaria para comprender el párrafo siguiente.
No leo la revista Viva. Me parece apestosa. Sin embargo hoy, en una entrevista a Filmus, dieron visos de realidad a lo que yo creía un mito urbano, uno de los tantos que envuelven a mi facultad:
"Corría 1974 y Perón volvió a sentar en el Ministerio de Educación a Oscar Ivanissevich, un cirujano de origen croata que rondaba los 80. Furibundo ultraderechista, Ivanissevich envió como interventor en la UBA a Alberto Ottalagano, un nazi que designó decano de Filosofía a Raúl Sánchez Abelenda, un cura ultramontano que se paseaba por los pasillos agitando un incensario para exorcizar al demonio marxista".

8.5.07

Formas de sobrevivir

Uno de mis últimos textos publicados acá se llamó "Por favor, perdónenme". Lo escribí en la redacción del diario, tras 12 horas de trabajo, con cigarrillos y café y letras como una forma de sobrevivir.
La realidad (llamémosla "mi realidad") es muy distinta hoy. Se acabaron mis horas en el diario, casi al mismo tiempo que di fin a mis días de empleado administrativo en la fábrica. Apenas me quedó la música como divertimento y las letras, claro, para mantenerme a flote. Aún así, no escribí más. Por eso la alusión del principio: llego acá pidiendo perdón. Lo que entonces fue incongruencia, hoy es la más rabiosa inconstancia. Y ni ustedes ni yo merecemos eso.
Pero cuando tomé la decisión –o ella me tomó a mí– de quemar las naves en pos de esto, persiguiendo el sueño de escribir, dejando un trabajo estable y seguro y unos días de repeticiones monótonas y tibias, no me di cuenta de lo que había detrás. Dejé de ser quien era, quien siempre fui, para intentar ser quien quise ser desde el principio. Y es difícil, porque estoy desnudo y tengo demasiado frío. Mis dedos agarrotados no escriben bien y los juicios a los que me someto son severísimos. Soy mi juez y no conozco la piedad.
En estos días alguna gente se acercó y me dio aliento. José me llenó de orgullo por unos segundos y otra gente me hizo sentir que confiaba en mí y me esperaba. Sí, alguien me esperaba en algún lado y, más que nada, esperaba algo de mí.
Tengo que escribir y acá estoy.

5.4.07

Santificarás con trabajo tu Jueves Santo

Es feriado, pero estoy en la fábrica. Ya sé, hay cosas peores: Fioro, por ejemplo, se come todos los feriados trabajando. Pero no me importa. Mal de Fioro, consuelo de nadie.

Acá, en Chemisa, la cosa es, además de vil, ridícula, teniendo en cuenta que en la industria metalúrgica se respeta los feriados. Si nadie va a hacer ningún pedido ni consultarnos nada, ¿para qué estamos acá? Sin ellos allí, nosotros aquí, ¿para qué?

Renuncio el martes 10, por lo que no es tan grave si pienso que, Santo o no, éste es mi último jueves acá. Pero igual me molesta. Fermenté en esta fábrica durante cuatro jodidos años y no es justo que me alejen –ni un sólo día– de mi libertad.

24.3.07

Por favor, perdónenme

La redacción, la redacción, la redacción me mueve a la redacción, la redacción, la redacción; yo-ho-ho y una botella de ron, como me enseñó Stevenson.

No engañaré a nadie si confieso que esto iba a ser otra cosa (al margen: 9 de cada 10 frases mías empiezan así –o con fórmulas parecidas– actualmente), pero el no tener plan de escritura ni páginas que corregir me fuerza a hacer estas pavadas, a abrir el bloc de notas y corretear por ahí como un cachorro salvaje. Como en El llamado de la selva, para no dejar de citar a mi amigo Jack, Jack London (intertextualidad con Virus: "Yo soy Jack, soy Jack London / vengo del planeta Mongo), que se pone celoso de Stevenson, allá solo, en el primer párrafo (¿a eso llamás párrafo? Me Río de Janeiro, pibe).

Quise escribir algo con contenido, desarrollar una idea en un texto, movilizar a alguien con algo, pero no pude hacer nada de eso. Soy el fracaso de mi generación, un modelo 1980 con fecha de caducidad incierta pero, no por eso, menos inexorable. Como Osvaldo Lamborghini (tercer párrafo, tercer escritor), aunque menos homosexual y perverso. ¡Si soy un pan de Dios!

Por favor, perdónenme.


Nota del redactor: la intertextualidad no para, es como un caniche toy desbocado: uno nunca sabe dónde terminará su carrera destructiva entre la ropa tendida en el tender ni qué de todo eso acabará en la calle, dos o tres pisos más abajo. A lo que iba: hay una alusión involuntaria a "My Friend Jack", hitazo de The Smoke allá por el '67. Lo que es la mente, me cachendié.

16.3.07

Frustración adolescente

"Oh man, I need TV when I got T-Rex!"
"All the Young Dudes", Mott the Hoople, 1972

15.3.07

Cable inmediato

Otra noche en la redacción del diario.

Flota en el aire esta cosa, y no pienso hacerme responsable. Es como un ansia –cigarrillos y café–, los ojos enrojecidos tras los anteojos que, pobres, ya no pueden hacer nada y el cansancio que se borra, se va, se disuelve en este impulso de escribir, los dedos que saltan solos sobre el teclado, lo literario colándose entre las hojas corregidas con tinta roja y la pantalla llena de paja, cortesía de Télam y Ansa.

Esto no será nada. Nada intento contar, no me importa quién me lea. Se trata de un desahogo, y nada más. Escribir o morirse.

9.3.07

Boris es snob

Anoche, haciendo tiempo en la redacción, anduve paseando por blogs cercanos. Lo que leí en Espléndido divague me hizo pensar en Boris Vian, y en cuán amigo suyo me siento aún a pesar de su snobismo, del mío, y de que todos odiamos a los snobs. Al respecto, la letra de su inmortal Je suis snob es magnífica. (Y, cómo no, toda una declaración de principios.)

Les dejaré la adaptación al castellano de Alberto Favero, la que cantaba nada menos que... Nacha Guevara. J'espère que vous l'appréciez.

Soy snob

Soy snob.
Soy snob.
Es mi defecto mejor
Me llevó meses de trabajo lograrlo.
Es una vida tan agitada,
pero ahora...
con el resultado estoy encantada.

Soy snob.
Terriblemente snob.
Todos mis amigos lo son,
porque ser snob es un amor.

Vestidos de Pucci.
Zapatos de cebú.
El soutien de Madrid.
En el dedo un rubí.
En el del pie, ¡eh!
las uñas negras
para hacer juego con las medias.

Voy al cine
sólo a ver vistas suecas.
Cuando voy al boliche
pido whisky a secas...
No sufro del hígado,
ya no se usa.
Tengo una úlcera,
que es más patética
y menos piruja.

Soy snob.
Soy snob.
Tengo abono en el Colón
pero no voy.
Todas las mañanas
cabalgo por la costa
porque me fascina
el olor de la bosta.
Sólo visito a los nobles
con apellidos dobles.

Soy snob.
Soy snob.
Y cuando hago el amor
lo hago con guantes y en el comedor.

Tengo un guardarropas
espectacular.
Me accidento los martes
en mi Jaguar.
Porque en estas sutilezas
se distingue la snobleza.

Soy snob, tan snob,
que Nacha Guevara
a su nueva casa
ya me invitó.

Oh! Just one more time.
Soy snob, tan snob,
que cuando me muera
tendré una mortaja
de Christian Dior.

1.3.07

Trabajando para usted

Tuve que pagar un alto precio por la mudanza a la nueva versión de Blogger. En ese entonces yo era muy joven, no lo pensé demasiado y acá estoy, sufriendo la peor de las consecuencias: la pérdida del template que tantas satisfacciones nos dio a todos. Entre los "oficiales" (la única opción posible, por cierto) el que más me gustó fue este, un poco pop, y con un fugaz paso como titular por la cara del Jardín en los días en que nadie venía.

Lo bueno es que ya pueden volver a dejar comentarios. Gerund, Romau, En el fotograma y Daniela: no tendrán que escribirme mails quejándose. Pueden escribirme, claro, pero ahora seremos libres para abordar otros temas.

Jardín de instantes, trabajando para usted.

28.2.07

Desde adentro

Hay mañanas en las que el techo de esta oficina se parece asombrosamente a la tapa de mi ataúd desde adentro.

26.2.07

(J)

Frases porque sí, frases vanas. Palabras casquivanas. Letras insomnes para sintaxis informes. Deformes. Deambulan por los renglones, se cuelgan y se descuelgan, saltan y escupen para arriba. Tiran manteca al margen superior. Se desentienden y, así, la A pasa a ser una V, la U una R, la C una Y. La O, muy formal, apenas acepta verse así: Ö. Y ni hablar de la J, que refunfuña, se resguarda entre dos paréntesis y trata de pasar inadvertida.

En ese preciso momento el escritor descubre el desastre y, sin saber cómo dar orden al caótico texto, empieza suprimiendo con un certero tachón el error más evidente: una jota, solitaria entre paréntesis.

17.2.07

Cannonball

En este mismo instante una melodía se desliza, baja por mi cuello, acaricia mi espalda, muerde el lóbulo de mi oreja derecha. "I Waited for You", el primer tema del Ballads & Blues de Miles Davis. Grabado en abril de 1953, con Gil Coggins en el piano, Percy Heath en el contrabajo y el fabuloso Art Blakey en la batería, secundando a Miles. Acompañándolo. Con escobillas y apenas unos acordes sueltos aquí y allá, algunas teclas libres que hacen lo que se les antoja y el ronco gruñido del contrabajo. Luego se suman (o se intercambian) Oscar Pettiford, un Horace Silver siempre sorprendente, junto a Hank Jones, y el gran Julian "Cannonball" Adderley. "Cannonball", dios mío. Si algún azar misterioso –en una realidad alternativa– me convierte en un saxofonista voluminoso, así quiero ser llamado: Cannonball.

26.1.07

Los dos cielos

Al mirar por la ventana notó el cielo rojo. El cielo roto, también. Las dos bóvedas ahí, suspendidas, como atadas con invisible tanza, como cualquier verano. Se preguntó entonces (lo hacía cada tarde) cuál sería el significado de esos dos cielos superpuestos, malamente encimados, tan parecidos y a la vez tan distintos de los que recordaba. O de los que creía recordar, porque había pasado ya tanto tiempo desde el derrumbe que le costaba estar seguro.

Y sin embargo, indiferentes a todo, ahí estaban los dos cielos.

Estiró la mano y tocó el más cercano. Tomó conciencia de lo que acababa de hacer y se rió de aquella vieja expresión, "como tocar el cielo con las manos". Ya no representaba nada, era apenas una fórmula vacía. Apurando los sorbos de té, ya frío, se distrajo mirando el reflejo de los dos cielos. Impertérritos, seguían ahí. Hasta que se los tomó.

25.1.07

El desafío

Tenía frente a mí el desafío de no repetirme, de no volver a caminar los mismos caminos, de saltar a un costado y, si me interesaba, seguir por la banquina.

Y lo tomé.

El desafío es estar vivo
, cantaba el Zombienauta.

22.1.07

Los suicidios de Borges

BORGES: Recuerdo el caso del escritor japonés que se hizo el harakiri delante de todo el mundo. Me pareció bien. Fue capaz de morir como el último Samurai.

SABATO: Me parece demasiado espectacular para ser elogiable. Y también un acto de arrogancia. Le advierto, Borges, que no hablo por creerme mejor. Por el contrario, pensé en el suicidio muchas veces en mi vida.

BORGES: Yo también. Hace setenta y cinco años que vengo suicidándome. Tengo más experiencia que usted, Sabato.

SABATO: (Sonriendo.) Con muy poca eficacia, por lo que se ve.

BORGES: Sí, pero con mucha vocación, realmente.

Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, Diálogos, Emecé Editores, Buenos Aires, 1976

18.1.07

¿Qué onda?

Me crucé con ambas esta tarde, en la calle Solís. La remera de la hija preadolescente rezaba "Chica buena con malas intenciones". La de la madre, curtida en mil batallas, dejaba menos lugar para la imaginación: "I want to have sex with you". Así, a los bifes.
Ahora estoy tentado de usar una remera que diga "Pegame y decime Shirley".

12.1.07

Mis ojos duelen

Mis ojos duelen. Enfrentarse con la realidad no fue bueno, ni malo, a duras penas fue, y recién ahora estoy haciéndome a la idea. Asumiendo. Acariciando. Perdiendo.

Lo demás quedará, todo quedará acá, en mi bolsillo izquierdo, el de la tristeza atrapada, un carilina y algunas monedas, hasta que decida lo contrario. Hasta que yo decida. Con lo difícil que está últimamente. Y no es que me importe, pero hay ciertas cosas que son, sencillamente, inevitables. Como ésta.

Mis ojos duelen. Y no por llorar.

5.1.07

Que se me ensucie la prosa

Nunca pensé que viviría esto. Apollonia lo escribió por ahí, y fue terminante: "No. Yo no soy ni quiero ser periodista". De manera similar respondí yo a quienes me sugerían que buscara un camino en el periodismo, insinuando que lo mío era la literatura y temiendo que mi prosa pura se manchase con la tinta fresca de un diario. Los temas que me gustan son demasiado incompatibles con la vulgaridad de un choque en la ruta 11 o un asesinato en Ciudad Evita, pensaba.

Y, sin embargo, acá estoy.

Escribo esto en la redacción de Edición Nacional mientras espero que los diagramadores me pasen las hojas del diario de mañana. Ya he corregido todo lo que salió de la impresora y hago tiempo, sabiendo que el momento inexorable llegará de todos modos, la hora fatal en que haya que cerrar todo y las impresiones mamarracheadas con birome fucsia se acumulen a un costado de mi escritorio, todos mirándome y yo inventando milagros en el QuarkXPress.

Por ahora, sólo escribo. Aunque este teclado ergonómico no truene como ametralladora, ni esta redacción se parezca a la del diario El Mundo en los '30, igual me siento un poco colega de Arlt. Es él quien me dice, sin dejar de teclear, que "el futuro será nuestro por prepotencia de trabajo". Y ya lo creo, Roberto. Ya lo creo.

Y qué me importa si se me ensucia la prosa.